Hace un tiempo me puse a observar detenidamente la vida de
las hormigas, y confieso que quede asombrado al verlas trabajar con tanto orden
y empeño. Pero una hormiga en particular atrajo mi atención. Negra y de tamaño
mediano, la hormiga llevaba como carga una pajita que era seis veces más larga
que ella misma.
Después de avanzar casi un metro con semejante carga, llegó
a una especie de grieta, estrecha pero profunda, formada entre dos grandes
piedras. Probó cruzar de una manera y de otra, pero todo su esfuerzo fue en
vano. Hasta que por fin la hormiguita hizo lo insólito. Con toda habilidad
apoyó los extremos de la pajita en un borde y otro de la grieta, y asi se
construyó su propio puente, sobre el cual pudo atravesar el abismo. Al llegar
al otro lado, tomó nuevamente su carga y continuó su esforzado viaje sin
inconvenientes.
La hormiga supo convertir su carga en un puente, y así pudo
continuar su viaje. De no haber tenido esa carga, que bien pesada era para
ella, no habría podido avanzar en su camino... ¿Captamos la moraleja?
¿Cuántas veces nos quejamos por los problemas, las cargas y
las pruebas que debemos soportar? Pero sin darnos cuenta, esas mismas cargas
-bien tomadas- pueden convertirse en puentes y peldaños que nos ayudan a
triunfar.
Por casualidad me topé con tu blog y leí tu pequeña experiencia acerca de la hormiga. Te felicito. Es una gran reflexión sobre lo que podemos hacer con nuestras cargas: hay quien decide quejarse y nno hacer nada y hay quien, como vos bien decís, tomar su carga y usarla en modo constructivo. ¡Qué tengas un gran día!Saludos, Natalia.
ResponderEliminarGracias amiga. Tenemos que tomar el día a día de nuestras vidas como un aprendizaje continuo con lo bueno y con lo malo y valorar sobre todo que estamos vivos.
EliminarUn abrazo.