Este es un poema que siempre he tenido cerca desde pequeña al igual que " El éxito comienza con la voluntad" ya colgado en mi blog.. En aquellos tiempos no le sacaba todo su jugo a su significado pero, en pocos años, la vida me ha ido enseñando la sabiduría que contienen esas palabras. Es realmente difícil cumplir todo lo que nos aconseja Kipling en este poema, pero reconozco que, de los casos que se citan que he podido comprobar a través de mi propia experiencia, se haya un gran consuelo y satisfacción al hacer lo correcto y, en momentos de desaliento también enseña que hay situaciones que aún tenemos delante en nuestras vidas, aún nos queda a todos mucho por aprender, y eso siempre me ha impulsado con renovada energía para acometer los retos que me depara el resto de mi vida. En definitiva, considero que este poema constituye una gran guía, muy recomendable para todo el mundo en estos tiempos que vivimos en que los valores se olvidan cada vez más y la gente ya no recuerda el auténtico significado de ser persona. Bueno encontraréis muchas versiones a la hora de traducir este poema. Yo os regalo ésta. Todas al fin y al cabo en el fondo, dicen lo mismo.
Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida;
si en ti mismo tienes una fe que te niegan
y nunca desprecias las dudas que ellos tengan;
si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si, engañado, no engañas;
si no buscas más odio que el odio que te tengan...
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres;
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres;
si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo;
si piensas y rechazas lo que piensas en vano;
si tropiezas con el triunfo, si a la cumbre llega tu derrota
y a estos dos impostores los tratas de igual forma;
si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del orbe encanallado;
si vuelves al comienzo del trabajo perdido,
aunque esta obra dure toda tu vida;
si arriesgas al momento y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era;
si logras que nervios y corazón te asistan,
aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas;
si hablas con el pueblo y guardas tu virtud;
si marchas junto a reyes a tu paso y tu luz;
si nadie que te hiera llega a hacerte una herida;
si todos te reclaman, y ninguno te precisa;
si llenas un minuto envidiable y certero
de sesenta segundos que te lleven al cielo...
toda esta tierra será dominio tuyo
y aún mucho más,
serás hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling
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